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Visón sí, plumero de la Pampa, no: Europa actualiza las incesantes invasiones biológicas que le amenazan

animales salvajes

Raúl Rejón

8 de abril de 2025 22:11 h

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Cuando en una noche veraniega de Nápoles Vicenzo Gentile se topó con un insecto alado que volaba hacia la luz de una farola, este entomólogo aficionado podía intuir que era algo nuevo, pero no hasta qué punto. Lo que recogió el 3 de julio de 2020 era un macho de hormiga aguja asiática, una peligrosa especie invasora. Un macho volando está enjambrando, lo que implica que ya había un nido “en fase avanzada tras su introducción”, como corroboró dos años más tarde el Instituto de Biología Evolutiva del CSIC. Brachyponera chinensis ya se había instalado. Ahora ya está a punto de formar parte de la lista europea de variedades invasoras de especial preocupación.

La invasión biológica que se expande por Europa no se detiene. Cada vez más y más especies exóticas –de las que la hormiga aguja es solo una muestra– desembarcan y provocan “consecuencias negativas serias en su nuevo ambiente”. Ante esta circunstancia, la Comisión Europea está en plena revisión del Catálogo de variedades preocupantes para incluir, además de la aguja, otras 23 nuevas especies. Tras publicar la lista provisional, espera completar la normativa “en el segundo cuatrimestre del año”.

El plan es meter en la lista negra europea plantas, gusanos, insectos, aves, mamíferos, moluscos y crustáceos (los frentes son inabarcables). ¿Nombres? Hay algún viejo conocido de la invasión en España como el visón americano, está el castor canadiense, el ciervo sitka, el miná crestado. Gusanos como la planaria kewense o plantas como la acacia negra o la morera de papel. La nómina está publicada para su revisión pública.

También aparecen variedades con nombre atemorizador como el cangrejo de río Cherax destructor o peces fluviales como los misgurnos. Además, se ha inscrito provisionalmente la temible Vespa mandarinia, el avispón asiático gigante. Sin embargo, una gran agresora en España, el plumero de la Pampa, se queda de momento fuera del catálogo a pesar de haberse solicitado.

Restricciones para tener, criar, vender o transportar

Ser incorporado a la lista obliga a tomar acciones a nivel comunitario. “Las especies están sujetas a restricciones en cuanto a la posesión, la importación, el comercio, la cría y cultivo”, según analiza el Global Biodiversity Information Facility. La normativa exige a los estados que controlen las introducciones accidentales que implementen la detección temprana y rápida erradicación de especies invasoras así como controlar las variedades que ya estén extendiéndose por su territorio (y que podrían utilizar como base para saltar a otros países).

Por eso, la aparición del visón americano –que está expulsando al autóctono– ha provocado una cascada de mociones en contra. La Asociación de Criadores de Galicia ha remitido a la Comisión un escrito en el que afirma que esta peletería “ofrece una gran ayuda a los pueblos de la España vaciada” y que “hay más de 2.000 comercios detrás del visón”. En la misma línea han escrito los peleteros de Polonia (el principal productor europeo): “Lleva directamente a la destrucción de miles de puestos de trabajo, la bancarrota de granjas y el debilitamiento del potencial agrícola de nuestro país”.

En esa línea están los productores finlandeses, daneses y griegos. El sector lituano afirma que se ingresan 20 o 30 millones de euros al año en exportaciones de pieles. También se ha implicado el Ministerio de Medio Ambiente de Grecia.

Lo que queda por ver es si la versión definitiva mantiene o saca al Neovison neovison del listado tras estas protestas.

Un tira y afloja: la cortaderia se queda fuera

En realidad, cada especie tiene su historia: los gusanos planos llegan, sobre todo, en la tierra de flores y plantas de jardín –el sector también ha mostrado preocupación por los costes que prevén para controlar que sus productos llegan limpios–, los castores canadienses son fruto de sueltas ilegales, los ciervos sitka llegaron para ser trofeo de caza y los misgurnos como cebo para la pesca de río...

Pero lo que es general a todas es que la intrusión “deliberada o accidental”, como subraya la Comisión Europea, se produce por tierra, mar, ríos y ciudades. Y su poder colonizador es muy elevado: las invasoras se expanden hasta 20 veces más rápido que las nativas, según ha certificado la Estación Biológica de Doñana. Estas especies ya se han extendido por el 67% de los ecosistemas urbanos de la UE –como detectó esta reciente investigación del European Joint Research Center– y por más de la mitad de los fluviales. La invasión ha llegado a un 47% de las superficies boscosas y más del 40% de las tierras de cultivo. “Hallamos una invasión desproporcionadamente mayor en la región atlántica seguida por la continental y la mediterránea”, concluyeron las investigadoras.

En definitiva, la inclusión o no de especies (a pesar de que deben contar con un informe científico de riesgo) se convierte muchas veces en un tira y afloja con muchas variables. El rechazo a añadir a la lista el plumero de la Pampa, la Cortaderia selloana, ha puesto de uñas a científicos y ecologistas españoles. “La exclusión del listado de la UE limita la capacidad de los estados para regular su comercio, transporte y utilización”, ha alegado la organización SEO-Birdlife. Su representante, Juan Carlos Atienza, ha indicado que “la venta de la cortaderia para la jardinería ornamental es incompatible con el freno de la pérdida de biodiversidad”.

Desde la Universidad del País Vasco se han mostrado “desolados” por esta negativa. “Estamos en shock”, argumentó ante la CE el investigador del Instituto Marques de Valdecilla, Alberto Gandarilla, porque esta planta invasora tiene un probado impacto en la salud humana.

Las especies exóticas invasoras tienen “un potencial extenso para impactar en los servicios ecosistémicos” que la naturaleza proporciona a los seres humanos, ha demostrado un equipo de investigadores encabezado por la científica del Instituto Pirenaico de Ecología-CSIC, Belinda Gallardo. Servicios como dotar de agua de calidad, madera, alimentos o protección frente a la erosión.

Eso significa deteriorar, especialmente, la capacidad de los ecosistemas de proporcionar a los seres humanos “ocio, mantenimiento de hábitats, provisión de cultivos y retención del suelo y del nitrógeno”. El trabajo muestra que, aunque las áreas que prestan servicios ecosistémicos de alto valor con el mayor riesgo de invasiones biológicas suponen “una fracción pequeña del territorio europeo”, esas mismas áreas son “desproporcionadamente importantes”. Por eso es crucial “proteger esos puntos calientes”. España es uno de ellos. 

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